lunes, 16 de noviembre de 2009

Presidente Evo: exijo respeto a las mujeres

Por Jenny Ybarnegaray Ortiz
La Paz, 14 de noviembre de 2009
Señor Presidente:

El proceso de cambio que usted lidera ha levantado muchas expectativas en diversos sectores de la población. La mujeres progresistas, las que queremos ser o somos parte de este proceso, las que no somos indiferentes ante la vorágine de las ilusiones populares que circulan alrededor suyo, las que celebramos el triunfo de la nueva Constitución Política del Estado, hoy nos sentimos ofendidas por usted. En demasiadas ocasiones ha dado muestras de un machismo irreverente, lanzando “bromas” de pésimo gusto contra las mujeres, “bromas y chistes” que, por cierto, algunas de ellas celebran y festejan con risas y aplausos ¿porque no se percatan de lo que contienen?

Yo no soy una de ellas, cada vez que usted se refiere a las mujeres con falta de respeto me siento personalmente ofendida, porque salen del hombre de quien esperamos ejemplo hacia los otros hombres; pero, sus “chistecitos” de campaña ya no son tolerables desde ningún punto de vista. Las cosas que usted viene diciendo en sus últimos actos de campaña, y que no voy a repetir por respeto a mí misma, tienen un contenido que lo dibuja a usted como un “macho Alfa”, impregnado del triunfalismo propio de los que se saben ganadores y que no tienen el más mínimo cuidado con lo que dicen.

Si fuera cierto que en un desayuno de mujeres cochabambinas que apoyan su campaña, ellas hubieran emitido esas “consignas” tan groseras que ahora usted repite con gran entusiasmo y como muestra de “simpático candidato”, sepa usted que cada vez que las repite PIERDE. Sí, señor presidente, pierde mi respeto y el de miles de mujeres que no celebramos que nuestro presidente se refiera a nosotras de la manera como lo hace.

No sé quiénes lo asesoran en su campaña, han de tener que ser otros tantos machos irreverentes y caraduras que no le aconsejan abstenerse de decir las cosas que dice, y si eso es así ¿qué podemos esperar nosotras de usted en su próxima gestión de gobierno? ¿Es que tendremos que esperar, con resignación y vergüenza ajena, que nuestro presidente se presente ante el mundo como un macho grosero? Yo no me resigno, yo me presento ante usted para protestar vehemente contra esas expresiones ofensivas, propias de hombres reunidos en cualquier bar de mala muerte en “viernes de solteros” al calor del alcohol y la mutua catarsis de sus frustraciones sexuales, pero que viniendo del propio Presidente del Estado Plurinacional no las admito, no las acepto y no las tolero.

No solo protesto contra sus dichos, señor Presidente, también contra sus hechos. Durante estos cuatro años de gobierno, usted se ha empeñado en afirmar que así como los indígenas han llegado al “Palacio Quemado”, las mujeres lo han hecho junto con ellos y que no necesitamos medidas afirmativas para superar la condición de subordinación y discriminación a la que hemos sido sometidas por cinco mil años de historia patriarcal y no sólo por quinientos años de colonialismo. Pues, permítame decirle una vez más, señor Presidente, que se equivoca, que si el Estado no asume con seriedad su responsabilidad frente a la situación de las mujeres, lo único que está logrando es rezagar sus propios propósitos de descolonizar el Estado y la sociedad boliviana. No va a avanzar un solo metro en ese propósito si no toma conciencia que sin las mujeres –o con solo pocas de ellas alrededor suyo, las que se subordinan ante su visión y su criterio personal a fin de no perder sus propios y pocos privilegios– no hay proceso de cambio que valga.

Le pido, señor Presidente, volver a leer la Constitución Política del Estado, y fijar su mirada en el artículo 8º que establece como valores del Estado la igualdad y el respeto, en el artículo 14º que prohíbe y sanciona toda forma de discriminación fundada en razón de sexo y otras veinte condiciones más, en el artículo 15º que establece que “todas las personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir violencia física, sexual o psicológica, tanto en la familia como en la sociedad”, y otras dos docenas de artículos donde han quedado fijados los derechos de las mujeres. En otras palabras, señor Presidente, le pido coherencia y consistencia entre lo que manda la Constitución y lo que usted dice y hace en público, porque no le voy a exigir que también lo haga en su vida privada, aunque es difícil sustentar una visión del mundo frente al público que no represente las íntimas convicciones que una persona tiene en su fuero interno.

Finalmente, fíjese bien, señor Presidente, de quién viene esta protesta. No es de una mujer de derechas, no es de una señora de iglesias donde les enseñan a someterse a la “natural” condición de supremacía masculina, no es de una “dama cívica” que considera una gran tarea coser banderas para mandar a otros machos a la “guerra” contra el proceso de cambio. Esta protesta viene de una mujer que se declara, en todos los foros públicos y privados, como una persona que sabe y comprende que lo que hoy está pasando en Bolivia –el “proceso de cambio” que usted lidera– es lo que TIENE QUE SUCEDER para romper de una vez por todas con todas las formas de discriminación, exclusión y subordinación que han sometido a nuestro país a la condena de ser un país eternamente rezagado, con vergonzosos índices de pobreza, como un país mendigo de la cooperación internacional, incapaz de superar sus limitaciones, sometido a los designios de imperios de todo tipo. Esta protesta viene de una mujer que le exige RESPETO, tanto respeto cuanto usted merece en su condición de Presidente de Bolivia.

jueves, 11 de junio de 2009

Ausencias y gestos a favor de la equidad entre mujeres y hombre

Morena Herrera


Una alusión a su compromiso con las organizaciones y movimientos sociales también hubiera sido muy importante.

SAN SALVADOR - Muchas opiniones se leen y se escuchan en torno a los actos de traspaso de gobierno, al discurso presidencial y sus múltiples significados. No es para menos. Las salvadoreñas y salvadoreños hemos esperado largamente un momento esperanzador como el que vivimos este 1º de junio.

En general el discurso fresco y comprometido del Presidente Mauricio Funes llenó muchas de nuestras expectativas. Dijo una buena parte de las cosas que esperábamos escuchar. Es evidente que algunos contenidos no han sido gratos para sectores políticosque se han sentido criticados, como lo pone en evidencia el comuniado de ARENA publicado este día en uno de los periódicos de la cobertura nacional. leer más

Lecciones de la paternidad de Lugo

Clyde Soto

Asunción, 20 de abril de 2009

A un año exacto de las elecciones generales que llevaron a Fernando Lugo a la presidencia del Paraguay, y a poco más de ocho meses de iniciado su mandato, la sonada y recientemente asumida paternidad del mandatario sacude el ya de por sí complicado panorama del gobierno. Sin tregua ni respiro, hoy mismo estalla una denuncia más, por vía de los medios: una mujer joven y pobre afirma que uno de sus hijos también ha sido engendrado por Lugo. El rápido devenir de los acontecimientos de seguro pronto develará cuál es la realidad con respecto a este nuevo caso… y hasta quizás sigan apareciendo más.

Aunque ya mucho se ha dicho en los medios nacionales e internacionales sobre el tema, y aunque el impacto aún esté por verse, es interesante por demás analizar algunas aristas relacionadas con la paternidad presidencial, que parece reunir en sí muchos elementos paradigmáticos en lo referente a la pervivencia de la cultura patriarcal y quizás algunos indicios de posibles rupturas.

La paternidad patriarcal amenazada

En el Paraguay nada hay más común que la paternidad negada, irresponsable y sin consecuencias para el hombre. Posiblemente hay múltiples marcas de nuestra historia como pueblo que abonan esta lamentable práctica masculina que deja a las mujeres como únicas responsables de las niñas y los niños que gestan y traen al mundo (por ejemplo, el mestizaje abusivo de los españoles de la conquista o el cuasi exterminio de los hombres con la guerra contra la Triple Alianza). Sin ánimos de profundizar en estas posibles razones, lo cierto es que en el Paraguay es muy frecuente que los hombres no sólo no se ocupen de su descendencia, sino que además – ontradictoriamente– la consideren como un trofeo de guerra al que ni siquiera tendrán que ocuparse de sacar brillo. Ya muchos políticos y hasta mandatarios locales han hecho alarde de este pensamiento y esta práctica, y no pocos jerarcas de la aún dominante iglesia católica. Ni vale la pena buscar ejemplos: al menos en Paraguay son de sobra conocidos. Hace no tanto tiempo un cura decía en guaraní con respecto a su paternidad negada, a modo de excusa: “Oikóntema voi âga” (esto sucede nomás), resumiendo en una sola frase el sentir tradicional (ojalá que no mayoritario) con respecto este asunto.

Así que la paternidad de Lugo, ventilada en una denuncia aparentemente inesperada y asumida por la presión del escándalo, se inscribe en la más consolidada tradición patriarcal paraguaya. Lo interesante aquí es que nos deja una pequeña gran lección: hoy las mujeres tienen herramientas para impedir que así siga siendo, así se trate del presidente de la República y de un hombre que ostentaba un alto cargo en la jerarquía eclesial católica. Es una lección dada por la madre del niño ya reconocido, más allá de los insondables vericuetos que pudieran haber rodeado a la denuncia que llegó a un juzgado de la ciudad de Encarnación. No es seguramente el primer caso, ni será el último, pero las circunstancias que lo rodean lo hacen particularmente ejemplar. Si esta lección es aprendida por las mujeres, en el Paraguay tendremos un importante paso hacia el ejercicio de los derechos. Si los hombres también la aprenden, mucho mejor.

Los mecanismos de protección de derechos para la infancia y para las mujeres se fueron generando tras años de lucha de muchas organizaciones que trabajan estos temas. Pero las herramientas no siempre son conocidas y, aun cuando se conozcan, no siempre son utilizadas debido a múltiples trabas, en particular la pobreza y la desprotección jurídica. En Paraguay hasta ahora ha sido frecuente que por vía de artimañas y de encubrimientos, los poderosos se las arreglaran para negar derechos a las personas más desprotegidas. Sólo se puede cambiar esta situación por vía de un cambio de mentalidades, para lo cual es fundamental la existencia y –sobre todo– el uso de mecanismos que eviten la reproducción impune de la irresponsabilidad paterna.

El ADN al servicio de la ruptura

Hasta hace no mucho demostrar la paternidad negada era casi una utopía para las mujeres y para sus hijos e hijas. Hoy no es así gracias a la ciencia. No es la primera vez que la ciencia se pone al servicio de los derechos de las mujeres: ya la píldora anticonceptiva se mostró en los años sesenta como el mejor sustento de la posibilidad femenina de disfrutar del sexo sin el fantasma de embarazos inesperados, y quizás hasta haya sido más útil que muchos atractivos discursos sobre la libertad sexual y el derecho a gozar del propio cuerpo. Ahora, los avances genéticos se muestran del lado del derecho de las mujeres a que los hombres compartan la responsabilidad procreativa, así como del derecho de hijas e hijos a conocer su identidad y a que los progenitores se hagan responsables de su crianza.

Nunca vamos a saber qué habría hecho Lugo si la prueba del ADN no hubiese revoloteado como certera forma de revelar su parte en la procreación del niño que hoy ha asumido públicamente como hijo. Lo claro es que había tenido ya tiempo y condiciones para asumir su paternidad sin tanto escándalo previo: ya le dieron las dispensas vaticanas, ya ganó las elecciones, ya estaba a un año de asumir su mandato como gobernante… o ¿quizás soñaba con esperar a estar fuera de estas responsabilidades, a cuando ya acabara su periodo de gobierno? Lo cierto es que la privación del reconocimiento paterno a un niño no tiene razones válidas y sólo responde a una doble moral arcaica y dañina.

Pero el mensaje ha sido claro: frente a la paternidad no queda otra que asumir. Quizás cuando este mensaje esté lo suficientemente interiorizado, tendremos como fenómeno frecuente a hombres preocupados ellos mismos de la anticoncepción y de la concepción responsable. Hasta ahora, lo más común es que sean las mujeres las únicas preocupadas de estos temas, mientras los hombres siguen actuando como si su propio placer sexual no pudiera tener consecuencias reproductivas. Es la impunidad (tan común en la vida pública) repetida al infinito hasta en los actos más íntimos del individuo, hasta en la vida sexual. Pero esta impunidad puede ir cambiando y el caso que afecta al presidente podría hasta ser una oportunidad para que como sociedad nos apropiemos de nuevas formas de actuar, más coherentes con la igualdad y con los derechos.

La irresponsabilidad paterna en la picota

Otro asunto interesante que nos deja el caso “paternidad de Lugo” es que no se han escuchado voces de abierta defensa hacia la práctica de la irresponsabilidad procreativa de los hombres. Posiblemente aún mucha gente ni siquiera lo tenga muy masticado, pero es obvio que nadie puede salir a defender tan alegremente el desentendimiento masculino sobre su propia descendencia. Parece ser que ya está suficientemente instalado en Paraguay, al menos como discurso, que los hombres tienen que hacerse cargo de sus hijos e hijas, tal como las mujeres lo han hecho tradicionalmente (aunque aún no se dé igual contenido a esta responsabilidad).

Sin dudas la posición política ha pesado sobre gran parte de los discursos, tanto de los que se alzan para intentar mostrar a la paternidad de Lugo como un ejemplo tajante del fracaso del proceso de cambio de signo político en el gobierno, como de quienes han ensalzado el reconocimiento paterno final. En mi opinión, no estamos ante un hecho del que necesariamente derive el fracaso del gobierno, en particular si el suceso deja lugar a lo que siempre debió ser: un padre responsable de su hijo, más allá de las circunstancias difíciles que pudieran haber rodeado a su concepción y nacimiento. Pero tampoco hay motivos para que Lugo despierte el orgullo de nadie, dada la patente situación de fuerza que derivó en la pública asunción de paternidad del ex obispo presidente. Estamos ante un caso del que podemos aprender mucho, pero no por lo ejemplar de la actuación del protagonista central.

La paternidad ¿un asunto privado?

Un lema feminista que se ha instalado ya en la historia de nuestras luchas es el de “lo personal es político”. La frase remite a varios núcleos centrales de la reflexión feminista:

en el ámbito privado se juegan las bases del poder social;
cuestiones que se han considerado siempre como parte de la vida privada de las personas tienen impacto en lo público; el poder público siempre ha tenido potestades regulatorias sobre el mundo privado; cuestiones que han quedado ocultas bajo el velo de “lo privado” son de interés público.

El caso Lugo da para hacer un debate respecto a todo esto. Hemos escuchado numerosas voces que claman “esto pertenece a la vida privada del presidente”. Pues bien, no es así, o al menos desde el feminismo vamos luchando desde hace años para que no siga siendo. La irresponsabilidad paterna con respecto a la descendencia obliga a las mujeres a hacerse cargo de una mayor inversión en la reproducción de la especie humana. Para muchas, esto implica renunciamientos, dependencia económica y penurias. La estereotipada ideologización de la maternidad como destino irrenunciable y como abnegación suele ser la base más sólida de esta situación, que tiene como contrapartida a la paternidad como casualidad y desentendimiento, como premio sin responsabilidad.

El sostenimiento de este estado tradicional de las cosas no es un asunto meramente privado. Las feministas hemos sostenido durante mucho tiempo una lucha orientada a que estas cuestiones formen parte del debate público, y se traduzcan además en políticas que impulsen un cambio, orientado hacia la plena corresponsabilidad de mujeres y hombres sobre la procreación y la crianza. Para que esto suceda, hemos pensado en instrumentos (que en Paraguay ya existen) de obligatoriedad para los hombres, que son los que siempre han zafado del compromiso que implica la paternidad biológica y la crianza social de niñas y niños.

Tenemos además toda la lucha por el derecho de niñas y niños a la identidad. Hemos ido pasando de la idea del reconocimiento de hijos e hijas como concesión graciosa, a su concepción como un derecho de la niñez. Ello significa que la asunción de responsabilidades paternas y maternas no es una opción que tienen las personas, sino un pleno derecho de quienes a través del reconocimiento se hacen acreedores de obligaciones sociales y económicas relacionadas con la crianza. Al ser un derecho, esto no puede ser negado. La negación implica una violación de normas muy claras al respecto, situación ante la que el Estado deberá responder con penas que o disuadan o castiguen.

Así que la paternidad de Lugo, más allá de sus detalles íntimos, es un asunto público; no sólo por quién es el protagonista, sino por el contenido que rodea al caso.

Contradicciones eclesiales

El presidente Lugo ha sido por años parte de la alta jerarquía de la Iglesia Católica. La misma que oficialmente prohíbe el sexo extramatrimonial, los métodos anticonceptivos “no naturales”, el uso del condón, el aborto bajo toda circunstancia, e impone la castidad a sus consagrados/as. La libertad de culto permite que cada agrupación religiosa pregone lo que considere válido, siempre y cuando sea coherente con los derechos humanos y con las leyes, y –en un estado laico como el nuestro– si todas y todos tenemos igualmente el derecho de pensar y actuar de acuerdo con nuestras propias creencias. Sin embargo, el catolicismo institucional se esfuerza en seguir imponiendo sus creencias al conjunto de la población. De aquí la enconada lucha que desde los centros del poder eclesial se libra en contra de la definición de los derechos sexuales y reproductivos como derechos humanos. En Paraguay, lo estamos viendo todo el tiempo: cualquier ley o política que hable de estos derechos enfrenta una guerra denodada contra su aprobación. Así que en esa batalla de definiciones y de sentidos andamos con el catolicismo.

El affaire Lugo deja mal parada a una religión que ya trae malos antecedentes de numerosas denuncias de abuso sexual e irrespeto a sus estrictas normas sexuales. Es un golpe que ha impulsado incluso a que los jerarcas católicos del Paraguay pidan perdón por los pecados. ¿Pero basta con un perdón colectivo en este caso? ¿No sería mejor que se revieran los mandatos imposibles e irrazonables relacionados con la sexualidad humana, esa fuerza tan poderosa que casi ninguna institución y norma puede contener sin fisuras?

Al final, Lugo, con sus circunstancias, es víctima de preceptos tan irracionales que sólo dejan como vía de escape a las mentiras y a la doble moral. Ha encontrado que es mejor omitir y ocultar que asumir las consecuencias reproductivas de la sexualidad. Y lo hace en una sociedad que a veces parece más preparada para seguir en la ignorancia a estas violaciones que para hacer cambios decisivos en su pensamiento y en sus normas.

El propio presidente ha sido, a la vez, un representante y un jefe de la institución cuya propia normativa no ha podido cumplir, y hasta probablemente su halo de hombre de iglesia le ayudó a llegar a su puesto actual. Resulta humanamente comprensible que un hombre no pueda cumplir con eso de la castidad; pero, es tremendamente hipócrita que la sociedad entera siga sufriendo mandatos de tinte moral que los propios representantes de la institución que los pregona no pueden cumplir. Aquí hace falta un mea culpa, no por los “pecados” de una persona o de varias, sino por el error de sostener por tanto tiempo preceptos tan inhumanos.

El poder tras la mitra

La tradición patriarcal también admite y glorifica las relaciones sentimentales y sexuales ente hombres con mayor poder comparativo con respecto a las mujeres. No en balde el “buen partido” para una mujer es un hombre más rico, más sabio, más alto y más viejo1. Y las trasgresiones a esta norma suelen ser caras para sus protagonistas. Pues bien, el caso Lugo no sólo parece tratarse de un ejemplo paradigmático de cómo opera el imaginario normativo, sino que además podría estarnos mostrando las formas más oscuras de su realidad: el poder de los hombres al servicio de su sexualidad, incluso hasta límites que bien podrían ser abusivos.

Por el momento no sabemos si es cierto el contenido de la supuesta denuncia de la madre del hijo reconocido por el presidente, en referencia a que la relación se inició cuando ella tenía unos 16 años. Si lo fuera, estamos ante un caso en que todo el poderío de la posición, de la edad y de toda la situación pudo haber sido usado a efectos de la seducción.

La sexualidad es una capacidad humana de la que toda persona debería disponer y gozar de manera plena. El caso Lugo nos coloca sin embargo frente a la crudeza de una realidad que suele pasar desapercibida por muy sabida y por considerarse como parte de “la normalidad”. La sexualidad masculina suele expresarse como ejercicio de poder y dominación sobre las mujeres, mientras la sexualidad femenina está limitada por el poder abusivo que frecuentemente se ejerce sobre ella. El patriarcado católico no sólo no ha estado fuera de esto, sino que además lo consolida a través de sus propias creencias y actuaciones.

Doble moral penal

Ya hay quienes han mencionado que podríamos estar ante un caso de estupro, que el Código Penal define como la conducta del “hombre que por medio de la persuasión lograra realizar el coito extramarital con una mujer de catorce a dieciséis años”. Nótese que la figura permitiría sin penalización alguna la misma conducta de una mujer mayor con un hombre menor de las edades señaladas. Es decir, estamos ante una rémora de la doble moral sexual que no sólo ha pervivido desde hace largo tiempo en nuestro Código Penal, sino que además sobrevive con el agregado burlesco de que la pena establecida para el hombre responsable de la “conducta reprochable” es de una irrisoria multa.

Obviamente estas definiciones penales no hacen más que abonar el de por sí fértil terreno de las discriminaciones de género. Lo peor de todo es que en el Paraguay dentro de poco entrarán en vigencia modificaciones recientes (aprobadas apenas en 2008) al Código Penal, donde pese a las sugerencias hechas desde organizaciones de mujeres, lo relacionado con el estupro quedó tal cual. Era una oportunidad para eliminar la irritante diferencia hecha entre la sexualidad de hombres y mujeres, así como para establecer de manera más clara y contundente el reproche social hacia el abuso sexual en contra de personas menores de edad.

Así las cosas, no queda otra que reconocer como mínimo el cinismo de ciertos legisladores, que se llenan hoy la boca al reprochar la conducta presidencial y que sólo respondieron con el silencio cuando esta risible norma penal del estupro era nada menos que definida.

En fin…

Hubiese sido mejor tener otros temas de análisis a un año del 20 de abril, y sobre todo una tónica más festiva. Pero los hechos obligan. Las lecciones de la paternidad de Lugo podrían ayudarnos como sociedad a:

- Colocar en el centro de lo político y de la gestión pública los derechos de niñas y niños y el derecho a la igualdad para las mujeres.
- Conocer y usar leyes y mecanismos que garantizan el derecho a la identidad de niñas y niños, así como el derecho a que padres y madres se hagan responsables de la crianza.
- Apoyar la erradicación de la paternidad irresponsable.
- Desnaturalizar la doble moral sexual, así como a las instituciones que la producen e institucionalizan.
- Reorientar el manejo de la sexualidad hacia un lugar de igualdad y de no discriminación para las mujeres.
- Reconocer las discriminaciones que persisten en el tratamiento penal de temas referentes a la sexualidad, y trabajar para modificarlas.
- Esto da para que aprendamos de la experiencia.

martes, 19 de mayo de 2009

La izquierda en los gobiernos y la dimensión cultural y política de los cambios

Lilian Celiberti
Coordinadora de la Articulación Feminista Marcosur
La postura política que desarrollo en el artículo surge del las prácticas y las reflexiones colectivas de las feministas que integramos la Articulación Feminista Marcosur en un proceso de debate que estamos realizando con otras redes y articulaciones en los países de Sudamérica (Bolivia, Colombia, Uruguay, Brasil, Paraguay, Perú, Argentina), así como del realizado en el último Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe realizado en México en el mes de marzo 2009.

martes, 12 de mayo de 2009

Las Feministas y los partidos de izquierda en el gobierno

Taller realizado en el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y de El Caribe
México, D.F., 18 y 19 de marzo de 2009
Convocantes: Clara Murguialday, Morena Herrera, Lucy Garrido
Elaboraron la relatoría: Clara Murguialday y Lucy Garrido
El tema de este conversatorio no sólo es de rabiosa actualidad, sino que tiene que ver con nuestra historia e involucra nuestro futuro inmediato.

La victoria electoral del FMLN en El Salvador, la persecución a las feministas nicaragüenses por parte del FSLN, el veto del presidente uruguayo a la despenalización del aborto... son hechos recientes que nos motivan a poner sobre la mesa las relaciones que mantenemos las feministas con los partidos de izquierda que gobiernan actualmente en (más o menos) diez países latinoamericanos.

Muchas de nosotras venimos de la izquierda y hemos de reconocer que ahí está nuestro ombligo ideológico y emocional. En los años 80 empezamos a revisar cómo llevábamos nuestra pertenencia a la izquierda y nuestra creciente adhesión al feminismo, y descubrimos que emociones, cabeza y corazón de izquierdas y feministas, convivían en conflicto. En los primeros Encuentros Feministas nombramos este conflicto como “doble militancia” y la primera autonomía que reclamamos fue respecto a nuestros propios partidos políticos; en los años 90 en Centroamérica, lo denominamos la “escisión vital” de las feministas y abogamos por superar el conflicto haciendo explícita nuestra identidad feminista.

Así que, aunque sabemos que la autonomía política ha sido desde siempre una seña de identidad de nuestros feminismos, también reconocemos que el ombligo ideológico y emocional de muchas de nosotras está en esas izquierdas, más o menos radicales, más o menos democráticas, que ahora gobiernan en nuestros países.

En las últimas décadas hemos dedicado, como movimiento feminista, muchos esfuerzos a la estrategia de incidencia política, con importantes éxitos en reconocimiento de nuestra agenda. Así ha sido en el caso de los movimientos sociales de nuestros países y de las agencias de cooperación, pero el balance no es tan positivo en relación a los partidos de izquierda.

Hemos caminado junto a ellos un trecho importante de nuestras vidas, dentro o fuera de sus estructuras, y sólo nosotras sabemos el precio que hemos pagado, y seguimos pagando, por intentar incorporar la agenda feminista, que es ante todo una agenda de libertades y de justicia social, en el ideario de una izquierda que nunca nos ha entendido ni aceptado totalmente.

Cuando los partidos de izquierda están en la oposición, sea por nuestra presión o porque todo vale en la lucha contra el poder establecido, terminan aceptando algunas de nuestras demandas. Pero cuando llegan al gobierno y su discurso se convierte en pragmatismo de Estado, no tardamos en comprobar que sus promesas quedan reducidas a discurso y retórica, y que se vuelven nuestros peores enemigos cuando nuestras exigencias resultan molestas para sus alianzas y planes de mantenerse en el poder.

Ha llegado la hora de documentar la lista de agravios que esas izquierdas -más o menos radicales, más o menos democráticas- nos han causado cuando se instalan en el gobierno, porque no podemos perder la memoria histórica de nuestras relaciones con esos partidos y porque cualquier alianza estratégica, inclusión o ruptura definitiva, no debe basarse en el olvido…

¿Con quiénes estamos arreglando cuentas? ¿Con una izquierda que fue pero ya no es tal, para nuestro asombro y desconcierto? ¿Con una izquierda que nunca fue, aunque no lo sabíamos entonces… o lo sospechábamos, pero no lo queríamos creer? ¿Con una izquierda que era poco izquierda, pero era “nuestra” izquierda? ¿Con una izquierda a la que creímos cuando nos dijo que "solo ella y su revolución abrirían las puertas" a nuestras justas reivindicaciones y que más nos valía andar bien pegaditas a ellos? ¿Con una izquierda que nunca volverá, un amor de juventud, porque los tiempos han cambiado y nosotras también? ¿Con una izquierda que nos coloca en las tierras movedizas del populismo y el clientelismo? ¿Con una izquierda que nos expulsa de la casa común si la criticamos, cual mala madre que nos arroja a la orfandad?

Miramos lo que ahora son varios de aquellos en quienes ayer -o anteayer- confiamos, y no nos gusta lo que vemos.
Una izquierda “desizquierdizada” y despolitizada, alejada de la ética política tal y como la entendemos desde el feminismo.[1]

- Partidos autodenominados de izquierda profundamente antidemocráticos, que pactan con los grupos más conservadores y retrógrados de la sociedad, que toleran prácticas de violencia en el interior de sus propias filas y que se sienten profundamente amenazados ante el poder de las mujeres.

- Una izquierda que nos persigue y nos difama, que juega con los sueños de la gente, que utiliza los recursos del Estado para su bolsa y su proyecto, una izquierda profundamente clientelista.

- Unas izquierdas revolucionarias latinoamericanas con un gran déficit de democracia, que aún no han renunciado a la dictadura del proletariado ni al centralismo democrático; que chocan con la democracia inclusiva que siempre ha sido un principio del feminismo.

- Unas izquierdas profundamente autoritarias que siguen considerando a los movimientos sociales secundarios y supeditados a su lógica.

- Una izquierda totalitaria que se apoya en los militares para tener hegemonía de poder, que violenta los derechos ciudadanos básicos y utiliza las mentiras y la manipulación para seguir ejerciendo el poder.

- Una izquierda que no está en capacidad de hacerle frente a las reconfiguraciones de poderes económicos en el mundo, porque se quedó con un discurso muy viejo, un discurso amparado en la sobreideologización de la guerra fría.

- Unos partidos de izquierda tan patriarcales, machistas y sexistas como los de la derecha… a los que tendríamos que dejar de llamar “de izquierda”, e incluso desautorizarles a que se autonombren “de izquierda”.

Quienes levantamos el acta de agravios somos feministas del siglo XXI, mujeres diferentes a las que fuimos pero también las mismas de siempre, porque siempre creímos en una izquierda democrática que busca la justicia social. Y lo hacemos desde nuestras concepciones feministas sobre la izquierda y la democracia que defendemos; desde la conciencia de haber aportado nuestro esfuerzo y nuestro ideario al cambio social y político; desde la autoridad de haberlo dado todo para que la izquierda llegase al poder y desde la bronca de que tantas veces se hayan traicionado nuestras expectativas. Hablamos como feministas con una propuesta largamente defendida y sostenemos que:

Reconociéndonos artífices del cambio que ha llevado a los partidos de izquierda a los gobiernos, queremos hacer también nuestra particular lista de éxitos, documentar las ocasiones en que las izquierdas gobernantes presentan sus políticas como si surgieran de la nada, sin reconocer que las feministas nos hemos dejado la piel investigando, movilizando a las mujeres, exigiendo cambios para la vida de todas y todos. También para apropiarnos del impacto de nuestro trabajo de incidencia, ardua tarea que hemos realizado desde dentro y desde fuera de las estructuras partidarias.

La lista de nuestros éxitos comienza con la constatación de que, desde los años setenta a la fecha, los derechos que tenemos las mujeres son resultado del trabajo de las feministas, y de nadie más. Y seguimos afirmando que:
- Ahora es cuando la sociedad necesita que nuestra historia salga a la luz, que se sepa cuánto hemos aportado. Tenemos que resignificar el rol que el feminismo y las feministas hemos jugado en la historia reciente de nuestras sociedades, los valores de justicia, solidaridad e igualdad que hemos aportado al cambio, el rescate del valor de la transparencia...

- De la misma manera que no podemos construir nuestra historia si no se revaloriza toda la lucha de nuestros pueblos, igual las feministas hemos de hacernos valer por lo que hemos hecho y seguimos haciendo. Recuperar la memoria no es victimizarse, es fundamental, hemos dejado por el camino muchas vidas y dolores en las vidas de cada una apostando y aportando al cambio social.

- Nuestros planteamientos feministas han incidido en la sociedad, en los partidos e incluso en los gobiernos neoliberales. Y debemos reconocernos en los éxitos que hemos logrado. Si esos cambios no han sido más profundos, se ha debido al poder y las resistencias del patriarcado que, aunque parezca descorazonante, está habitado también por “compañeros y compañeras” de la izquierda.

- En nuestros países, el feminismo ha legitimado las necesidades e intereses de las mujeres, pero además, ha hecho un aporte fundamental respecto al cambio de la cultura política. Muchas de las izquierdas latinoamericanas cargan con una herencia de fusil y crucifijo, de legitimación de la violencia y la represión. Esa cultura política, independientemente de hacia dónde evolucionen esos partidos, sigue siendo parte constitutiva de su accionar político. Somos las mujeres y el movimiento feminista en particular, quienes hemos puesto la lucha contra la violencia en la agenda política, no sólo reclamando soluciones a la violencia contra las mujeres sino también reivindicando la solución pacífica de los conflictos armados.

En la última década hemos probado los sinsabores de tener que negociar con las izquierdas en el gobierno. Hemos tenido éxitos pero también sonadas derrotas. Y estas casi siempre han tenido que ver con los derechos sexuales y reproductivos, la diversidad sexual, la paridad, la laicidad. Estamos en condiciones de identificar los muros con los que siempre topamos cada vez que exigimos a los partidos de izquierda que cumplan sus promesas, que sean coherentes con sus postulados de justicia, igualdad y libertad.

¿Cómo haremos para colocar estos temas de nuestra agenda feminista en las políticas públicas de gobiernos autodenominados de izquierda?
- Necesitamos impulsar estrategias complejas que combinen la construcción de alianzas, la negociación y el cuestionamiento a los partidos de izquierda. Pero también tenemos que ayudarles a construir argumentos para que peleen con la iglesia católica en estos tres temas básicos: derechos sexuales y reproductivos, laicidad y paridad.

- Cuando propongamos la creación de un Instituto o un Ministerio de la mujer no exijamos solo eso, pongámosle funciones y el perfil de las candidatas que tendrían que ocupar esas funciones, definamos quién las elije y de qué manera se controlan.

- Hay dos temas, aborto y paridad, que definen si ganamos o perdemos las batallas, porque reflejan el corazón de nuestro ideario feminista: la libertad y la igualdad. Y ahí es donde hemos tenido nuestras dos grandes derrotas, al cuestionar el poder masculino, de izquierda o de derecha, no importa, masculino al fin.

- Las feministas estamos haciendo un aporte importante por el respeto a la religiosidad, la espiritualidad y las creencias individuales, al exigir la laicidad del Estado. La necesitamos para que nuestros derechos sexuales y reproductivos sean reconocidos, pero también para construir una cultura democrática propia de un Estado de Derecho. Confrontar a los partidos de izquierda cuando llegan a ser gobierno, para que sean firmes defensores del Estado laico, es un eje de lucha actual de los movimientos feministas en nuestros países.

Reconocemos las tensiones que vivimos en los movimientos feministas a causa de nuestros diferentes posicionamientos frente a esas izquierdas, las divisiones que nuestras diversas estrategias hacia los partidos de izquierda acarrean a nuestros movimientos, y tratamos de aprender a gestionar también esta nueva fuente de diversidad, reafirmando nuestros planteamientos sobre la autonomía política, estableciendo pactos mínimos entre nosotras en los que preservemos nuestra unidad.

¿Qué alternativas nos planteamos?

- Hemos discutido sobre la izquierda y sus defectos, está bueno, pasémosle factura. Pero también nos preocupa a qué hora vamos a hacer la revolución feminista, a qué hora vamos a construir todos esos sueños que nos hemos planteado… ¿Por qué le seguimos dando tanta pelota a la izquierda? Aquí es cuando algunas de nosotras nos preguntamos por qué no le entramos a construir nuestros propios partidos ya que para tanta gente el feminismo es visto como un movimiento político.

- El feminismo es todavía más un movimiento más social que político porque lo político es intervenir en la disputa de sentidos con el poder, disputar agendas en el espacio público, pero también formas alternativas de organización. Nosotras tenemos que dar el paso de constituirnos en un movimiento político que interpele a estas llamadas izquierdas… Respecto a lo de crear partidos feministas, las experiencias no han sido exitosas, son testimoniales, importantes y significativas en un momento histórico pero no son el eje de la estrategia. El eje de la estrategia es fortalecer el debate político dentro del movimiento feminista.

- Hemos descuidado las alianzas con las mujeres de los partidos. Presuponemos que una dirigente, por ser amiga de las feministas, va a promover tal o cual política pero no nos sentamos con ella a plantearle: “Mirá, esta es la agenda, con cuáles de estas reivindicaciones te vas a comprometer?”

- Varias de nosotras crecimos dentro de la revolución pero dejamos de creer en esa izquierda a la que en algún momento vimos como si fuera una religión. Las feministas tenemos que empezar a deconstruir esa idea casi religiosa de la izquierda y dejar de poner nuestras esperanzas en una izquierda que, al menos a las mujeres, ya no nos sirve para nada.

- Muchas pasamos nuestra vida creyendo en las revoluciones y en las organizaciones revolucionarias, y al final, tenemos que volver a lo que aprendimos cuando éramos jóvenes sobre los principios del feminismo: que tenemos que destruir un sistema construido sobre parámetros masculinos. Hemos estado luchando con parámetros masculinos y no hemos sido capaces de crear nuestros propios parámetros; mientras sigamos creyendo en elecciones y en partidos de izquierda que están en el poder, sin haber cambiado los parámetros de nuestras relaciones y de nuestras formas de organización, no vamos a lograr nada.

- Es fundamental dejar constancia de que no estamos luchando sólo por nuestra agenda sino también por otra forma de analizar los problemas de nuestros países. No podemos permitir que la política y la izquierda sea monopolio de los partidos; hemos de ampliar el espectro de la política para incluir la forma en que los movimientos sociales estamos haciendo política y perfilar mucho más fuertemente nuestras propias formas de hacer política.

ALGUNAS CONCLUSIONES DEL TALLER PERO NO DEL DEBATE, QUE TIENE QUE SEGUIR ABIERTO…

Las feministas somos actoras políticas y tenemos que seguir actuando como tales, profundizando nuestra crítica a la cultura política hegemónica, cuestionando las formas en que la izquierda hace política y gobierna, aportando a la reforma del Estado desde la profundización de la democracia, recuperando la radicalidad y la laicidad de la democracia.

Al mismo tiempo, tenemos que recuperar nuestra historia y revalorizar nuestros aportes a los cambios que ahora se viven en América Latina. Hemos de decirles a las izquierdas que gobiernan nuestros países, que nuestras propuestas no son sólo en nombre de los derechos de las mujeres sino también en nombre de las aspiraciones de la izquierda y del conjunto de la sociedad.

Si no confrontamos estos procesos políticos que ahora vivimos en América Latina, aportándoles nuevas maneras de garantizar las libertades, la justicia social y la democracia en nuestras sociedades, estos cambios por los que hemos luchado no van a hacerse realidad, y la frustración de amplios sectores sociales va a propiciar la restauración de las fuerzas más conservadoras, explotadoras y fundamentalistas.

[1] Las afirmaciones que aparecen en los recuadros están tomadas de las intervenciones en el taller, editadas para convertir la expresión oral en material de lectura. No se identifican por sus autoras porque no siempre se puede reconocer en la transcripción quien aportó esa idea y, básicamente, porque se han recogido ideas similares provenientes de varias intervenciones.

lunes, 11 de mayo de 2009

Agravios/Exitos


País

Agravio

Exito
Argentina

- Insuficiencia de servicios de cuidado de niños/as para trabajadores/as

- Desjerarquización del Consejo Nacional de la Mujer

- Subsidios económicos a la iglesia católica por parte del Estado.


- Programa de Salud Sexual y Reproductiva: entrega de anticonceptivos gratuitos, incluyendo píldora del día después;

- Normativa del Mtrio de Salud para la atención de abortos no punibles;

- Sanción de la ley contra la violencia de género.

- Diputadas llegan al 40% de la Cámara


Bolivia


- Desjerarquización del mecanismo de avance de las mujeres

- Resistencia a implementar el principio de paridad en la participación política de las mujeres

- Ninguneo de las mujeres en la estructura de la institucionalidad del Estado Boliviano

- Nos incluyeron en su programa de gobierno y nuestros derechos en la nueva Constitución de manera transversal

Ecuador


- Modelo autoritario y patriarcal del ejercicio del poder en el Ejecutivo, desconociendo los derechos avanzados. Por ejemplo: Ley de Maternidad Gratuita,

- Desconocimiento y subestimación de los actores sociales colectivos, entre ellos al movimiento feminista y de mujeres, de su trayectoria, historia y legados de lucha en el fortalecimiento a la democracia durante el periodo neoliberal.

- En el caso de Ecuador, existe un retroceso en las políticas de género, no se aplica el Plan de Igualdad de Oportunidades 2005-2009 como política de estado. Hay un debilitamiento del mecanismo de la mujer y de las políticas de género a nivel estatal. Las mujeres son objeto de las políticas de transferencias económicas, no son consideradas como ciudadanas, como sujetos del cambio.


- Los movimientos feministas y de mujeres se movilizaron e incidieron en el logró importantes avances sobre los derechos de las mujeres en la Constitución del 2008

- En la Asamblea Nacional (Parlamento) hay apertura para incidir en las reformas legales del paí s, desde una perspectiva feminista.

El Salvador

- 1992: Mujeres ausentes de los Acuerdos de Paz

- 1999: Parte de la fracción legislativa del FMLN vota a favor de ratificar la reforma Constitucional que establece en el artículo 1 el reconocimiento de la persona desde el momento de la concreción (candado contra la despenalización del aborto)

- Retroceso de la legislación sobre el aborto

- Ley contra la Violencia Intrafamiliar

- ISDEMU: Política Nacional de la Mujer ; Políticas Municipales con Equidad de Género

- Reformas legales y procedimiento para las cuotas alimenticias (finiquito moral)
México

- Tolerancia a la violencia sexista

- Pactos con la jerarquía católica

- Corrupción

- Pactos para evitar liderazgos de mujeres

- Toma de decisiones a través de prácticas antidemocráticas

Nicaragua - La impunidad sobre la cual han construido su poderío, pasando por encima de los sueños, los sacrificios, la muerte de miles de mujeres y hombres a quienes traicionan cotidianamente. No les creemos, no son genuinos. En otro lugar, en la resistencia de las feministas están vivos los sueños, las esperanzas y el compromiso militante. Ellos están vacíos, nunca nos representan.

- La enorme cantidad de mujeres y hombres que por ser consecuentes abandonaron el FSLN y actualmente son parte de la enorme corriente de oposición que lucha activamente por una sociedad democrática, solidaria, incluyente, que aprende a ver a las mujeres y jóvenes en su diversidad


Perú

- Sigue apoyando a Daniel Ortega explícitamente

- Sacaron menos del 1% de los votos (en los 80 tenían 32% de los votos electorales)

- Aunque en uno de los partidos (socialista) la Secretaria General es una lesbiana feminista, el peso de los viejos liderazgos, todos masculinos, sigue siendo determinante

- Incluyeron Derechos Sexuales y Reproductivos y Diversidad Sexual

- Llevaron de candidatas a feministas, lesbianas y trans-travestis

Uruguay

- Que el Presidente haya VETADO la despenalización del aborto que se ganó en el parlamento.


- Que se votaran las cuotas para que se hagan efectivas “recién” en las elecciones del 2014.

- La Unión Civil

- La ley contra la violencia de género

- La ley contra la discriminación

- Varias MINISTRAS

- El Instituto Nacional de las Mujeres

- Igualación de derechos para las empleadas domésticas